Solsticio de invierno.
La mujer había traspasado la
frontera de los cuarenta y sentía que aún tenía muchos objetivos que
alcanzar y sueños que cumplir; entre otras
cosas, conocer el mundo.
Así que cuando llegó la primavera, salió
a recorrer los caminos. Para ganarse la vida,
ayudaría a quien lo necesitase en lo que necesitase.
Se enteró que arriba, en la montaña, vivía una
anciana y sabia mujer que ofrecía sus consejos y predicciones en base la
lectura de las cartas. Así que pensó que sería buena idea comenzar su camino
dirigiéndose hasta allí para preguntar por su destino.
Cuando iba llegando a la falda de la montaña, recordó
que cerca vivía una amiga y quiso ir a visitarla. Notó que su corazón se
alegraba sólo con pensar en volver a verla y recordar juntas su juventud. Esta alegría se esfumó ni bien llegó a la
cabaña, ya que la encontró enferma, así que decidió quedarse unos días para
ayudarla en su recuperación.
Pasó una semana. Era indudable que la mujer quería
ayudar a su amiga; además, ¿No había salido de su casa al mundo con el
propósito de ayudar a quien lo necesitase en lo que necesitase para ganarse la
vida? Sabía que allá arriba seguía estando la anciana; ella podría esperar unos
días para preguntar.
Pasó la segunda semana y su amiga no parecía mejorar.
La mujer no tenía prisa todavía; era leal con lo que sentía por ella. Pasó la
tercera semana, pasaron los meses y el verano…
Cuando llegó el otoño, la mujer sintió que empezaba a
impacientarse, buscaba con la vista lo alto de la montaña y sentía sus ganas de
ir hasta allí y de allí al mundo, pero al mirar a su amiga enferma se decía que
no podía dejarla así.
Los meses se transformaron en años. La mujer de vez en
cuando miraba hacia lo alto de la montaña, pero al final dejó de mirar.
Una tarde, durante una nevada, su amiga murió. La
mujer se dio cuenta de que había perdido buena parte de su vida. Recordó que
una vez había querido conocer el mundo, pero…
Mientras miraba el manto blanco, inhóspito y helado que formaba la nieve en el suelo, recordó una frase que alguna vez había leído en la página de un antiguo libro:
“En medio del invierno aprendí por fin, que vive en mí
un verano invencible”.
Adaptación de la historia "La mujer que se olvidó de sí misma" narrado por Carmen Diez Saiz, psicóloga clínica; especialista en Terapia Gestalt.
La frase citada pertenece a Albert Camus.